A la mañana siguiente, el 21 de
agosto de 1936, el cura de San Juan de
Ortoño vio que uno de ellos llevaba un
escapulario y les dio sepultura en una
fosa común en el atrio de la iglesia.
Pero antes hizo que se levantasen
seis actas de defunción, que además
de describir las causas de la muerte
incluían fotografías de los cadáveres.
Estas fotografías sirvieron para que,
años más tarde, les identificaron
sus familias. Los seis cadáveres no han
podido ser recuperados todavía.