Entre 1936 y 1939 este encinar
fue el lugar en el que se perpetraron
cientos de asesinatos. Los asesinos
recogían las víctimas en los pueblos
de la zona y los transportaban en
camiones, camionetas o coches
requisados al encinar y las fusilaban.
Después eran enterradas en fosas
comunes en las inmediaciones,
cavadas por las mismas víctimas
o por trabajadores de las granjas
cercanas a quienes sacaban de sus
casas para que hicieran esta tarea.